Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante.
Así comienza un soneto, de los más famosos de Lope de Vega, que escribió en 1617, y que forma parte de la comedia “La niña de la plata”. Menos mal que a mí, Nuria y Lucía, no me han pedido un soneto, sino unas palabras en prosa sobre mi relación con las emulsiones, que al igual que le sucedió a Lope con su imaginaria Violante, las mías también para delante.
Pero más que para adelante yo tengo que ir para atrás, o mejor, mirar para atrás para recordar mis jóvenes y felices años en contacto con la emulsión.
Hoy la actividad profesional me ha llevado a poner en valor la conservación y mantenimiento de las carreteras desde el sector asociativo, a poner en valor un modelo de conservación que ha demostrado que funciona, claro que sólo cuando hay recursos para ello. Está siendo una experiencia no fácil, pero sí altamente gratificante, aunque he de reconocer que es una actividad dura pues en muchas ocasiones uno tiene la sensación de predicar en el desierto. Aunque algo, de tanto machacar se va logrando.
De hecho, hoy la conservación está en boca de todos los gestores públicos; todos sin excepción hablan de su importancia, de la necesidad de invertir en conservación, pero... el problema llega cuando hay que poner negro sobre blanco, cuando hay que preparar los presupuestos de inversión, y entonces desgraciadamente se ve que sigue preocupando más “cortar cintas en la inauguraciones de nuevas obras” que centrarse en rentabilizar las inversiones en carreteras. Eso, cuando se invierte en carreteras y no en ferrocarriles, eso sí de velocidad alta, que por cierto es las más de las veces, aunque el 85% de las mercancías se transporten por carretera y el 91% de los ciudadanos circulemos por la extensa, y de altas prestaciones, red de carreteras que poseemos. Pues eso, que queda mucho por hacer, pero pasito a pasito seguimos en ello.
Pero volvamos la vista atrás. Cuando era un jovenzuelo y entré en una empresa constructora solo tenía ojos para los pavimentos asfálticos con mezclas en calientes, era la época de construir y construir. Lo de mezclas semicalientes o templadas no estaba en el diccionario de las técnicas de las carreteras españolas a mediados de los 80 y la emulsión como jovenzuelo era de exclusiva utilización para imprimación o adherencia.
Entre los diversos cambios que la profesión le va dando a uno, a mí me llevo a dirigir una empresa que tenía el foco puesto en la conservación de las carreteras, estoy hablando de mediados de los noventa, yo había comenzado a tener contacto con la conservación al principio de los noventa, y me encontré con una realidad que me llamó la atención, y mucho.
Estaba hasta ese momento acostumbrado a que las obras durasen quince, dieciocho, veinticuatro meses. Había estabilidad en el tiempo, se podía programar, hacer comparativos, seguimientos,... y hasta modificados y complementarios. Pero en la nueva empresa las obras duraban quince, veinte, treinta días,... tres meses era no una obra, era un “obrón”.
No fue fácil aquella adaptación, pero además es que “descubrí la existencia de las emulsiones” más allá de su uso como riego de imprimación o adherencia. Descubrí las mezclas en frío, los tratamientos superficiales con gravillas y las lechadas bituminosas. Y aprendí, disfruté, valoré y pasé a ser un defensor de su empleo.
En la fase de aprendizaje comencé a darle importancia a los áridos, principalmente a su limpieza, cosa que hasta ese momento era una característica de menor importancia, pues los filtros de mangas de las plantas en caliente solucionaban muchos problemas de suciedad en los áridos, pero que en el uso de la emulsión era determinante para obtener un resultado final adecuado. Aprendí también la importancia de las condiciones climáticas, la humedad, el calor,... las tormentas.
Disfruté con el resultado de unas soluciones técnicas adecuadas a unas intensidades de circulación bajas, que proporcionaban unos firmes mucho más flexibles que los de mezclas asfálticas en caliente, que se rompían menos y que daban una textura excelente y, no se nos olvide, soluciones económicas.
Valoré aquellas técnicas en frío que desde una visión constructiva no se ponían en valor y que proporcionaban excelentes soluciones para una amplia longitud de la red de carreteras.
Y valoré, sobre todo, la experiencia y profesionalidad de los encargados de la empresa y, dado que no eran excesivamente jóvenes, comencé a preocuparme y ocuparme de la transmisión del conocimiento a otros futuribles encargados.
Desgraciadamente a las técnicas con emulsión, les pasa lo mismo que a las inversiones en conservación. Los técnicos estamos convencidos de que es necesario invertir más en conservación, mientras que los políticos prefieren cortar cintas e inauguran nuevas carreteras. Y con las técnicas de emulsión pasa lo mismo, los técnicos estamos convencidos de que es necesario ampliar su campo de utilización por ser soluciones idóneas en muchas situaciones y los políticos prefieren eso que no “suelta chinas”.
Si he comenzado diciendo que algo se ha avanzado en conservación, también creo que algo se está avanzando en las técnicas en frío. Pero si he dicho que queda mucho camino aún por recorrer en la conservación, lo mismo puedo decir sobre las técnicas en frío, queda mucho camino por recorrer, pero pasito a pasito hay que seguir en ello.
¿Se anima alguien a echarnos una mano?